EL MALTRADO HACIA UN ANIMAL, PRIMER INDICADOR DE VIOLENCIA HACIA UN PAR.

Ovidio ya nos advirtió hace dos mil años de que “La crueldad hacia los animales enseña la crueldad hacia los humanos”, sin embargo, parece que el tiempo haya pasado en vano. Las noticias nos informan cada vez más de animales quemados, cegados, ahorcados, enterrados vivos, mutilados o incluso pintados por diversión o como reacción al aburrimiento. No nos vayamos a la pantalla de tv, acá, en nuestra ciudad ocurrió un hecho aberrante con perros colgados y hasta ahora, no hay culpables.  Estas torturas esconden algo más profundo: el deseo, a veces la necesidad, de sujetos psicológica y socialmente débiles de mostrarse grandes, fuertes y valientes.

Numerosos estudios han demostrado que las personas capaces de cometer actos de crueldad hacia los animales, son capaces también de dirigir la violencia contra los seres humanos, en particular hacia los más vulnerables, incapaces de defenderse o más sumisos. Este es considerado el primer indicador de violencia intra personal y no es un dato menor para que pase desapercibido.  Sujetos con antecedentes de maltrato animal son cinco veces más propensos a cometer este tipo de violencia contra otro ser humano. En la persecución de la criatura más débil donde por momentos se sienten más potentes. El problema casi siempre nace en los primeros años de vida. Las razones por las que un niño llega a maltratar a un animal pueden ser varias: la falta de empatía, por haber sido víctima de abusos, maltratos o abandono; la falta de una educación adecuada, dirigida a reconocer el animal como un ser vivo, aunque diferente; o, finalmente, la emulación de los gestos violentos cometidos por los padres hacia él o hacia el animal, incluso para punir el proprio niño.

La relación con el diferente tiene un papel fundamental en el desarrollo psicológico humano y la educación al respeto de los animales es esencial para la formación de los conceptos de empatía, altruismo y aceptación.

Pero todas estas conductas tienen un precio con peso legal. En países del Primer mundo el maltrato animal es penado puesto que desde el punto de vista psicológico y por ende jurídico, se compara con la crueldad hacia las personas y no con la violencia contra la propiedad o las normas. Cabe recordar que los animales, son considerados seres no humanos y sujetos de derecho y por ende la Ley 14346 – en nuestra Argentina –  y es la que condena a estos maltratadores o asesinos. Sin embargo, la entrada en prisión por maltratar a un animal es una muy rara avis, siendo la pena inferior a los dos años, y las multas son más bien ejemplificadoras. Argentina, Entre Ríos, Concepción del Uruguay. En nuestro ámbito jurídico local parece que también hay que llamar la atención a los magistrados puesto que la mayoría de los letrados que tienen injerencia a la hora de aplicar una pena miran hacia otro lado a la hora de condenar en lo que respecta a esta especie de crímenes. El Coordinador de Fiscales, el Dr. Lombardi, en pocas palabras nos afirma que solo puede ser aplicada la Ley Penal 14.346, que vale aclarar es una ley en casi todos sus artículos, preventiva y penal, cuando el animal en cuestión es muerto. ¡Ironía si es que las hay! Maltratadores o personas que han matado a estos seres, Justicia que archiva, en la mayoría de los casos, denuncias por “economía procesal” eufemismo que vale decir: “No ocuparé el personal que el pueblo paga para abocarlo en un caso tan mínimo como la muerte de un ser no humano sinónimo animal”

Mientras que nuestra sociedad no cambie en como verlos y considerarlos desde el núcleo primario como es la familia y mientras que la Justicia minimice estos casos, seguiremos siendo testigos o protagonistas de no solo muertes de seres no humanos, sino de violencia hacia un par.

“La vida es vida, sea un gato, un perro o un humano. No hay diferencias entre un gato y un humano. La idea de la diferencia es una idea humana para provecho del Hombre” (Sri Aurobindo- maestro de yoga, poeta y filósofo indio (1872 – 1950) y la Justicia no puede, con su inacción, ser cómplice de ésto. Ella es la que tiene que educar a la sociedad toda con ejemplos de castigo no solo por ese animal maltratado o muerto sino para prever crímenes y hechos de violencia hacia ese prójimo.  –