Una médica de Caseros en España: La angustia de enfrentar al Coronavirus todos los días

Sofía Scévola, tiene 33 años y nació en Caseros, estudió medicina en la Universidad Nacional de Rosario, donde egresó en 2012, realizó una especialización en medicina interna en el Hospital Español de Rosario y desde septiembre de 2019 vive en Barcelona, donde se encontraba realizando un Doctorado en Medicina haciendo una investigación en pacientes con inmunodeficiencia humana, HIV. Hasta que llegó el Coronavirus y explotó la pandemia.

Desde entonces, trabaja a la par de sus compañeros en el servicio de salud de Barcelona como una más. Atiende allí a pacientes que llegan todos los días, de todos lados, de todas las edades. España es el segundo país del mundo con más muertos por coronavirus: sólo este sábado reportó 832 muertos en 24 horas, un nuevo récord diario, y suma ya 5.690 fallecidos.
La angustia, la tristeza y la impotencia se sienten y se escuchan en esta entrerriana que a través de mensajes de audio accedió a una entrevista con La Prensa Federal. “Es una forma de estar cerca de mi gente, de mi pueblo, que se extraña y más en estos días donde se viven situaciones que a una la sobrepasan”, cuenta desde el mismo hospital donde trabaja, come y muchas veces duerme.

Un día de trabajo
“Hoy salir a la calle nos devuelve de golpe a la realidad que enfrentamos. En la calle no hay nadie, Barcelona que es tan bulliciosa guarda un silencio que parece el campo”, cuenta tal vez rememorando sus días en la tranquila y hermosa Caseros. En España, al igual que en Argentina no puede haber nadie en la calle que no tenga un justificativo. Y al llegar al Hospital, las medidas de higiene y seguridad se intensifican.


“En lo que refiere a la parte científica: Son obligatorias las batas, los barbijos y si estamos realizando alguna maniobra, también guantes. Cuando vamos a la planta donde están los pacientes con el virus, para entrar a la habitación se exige un ambo descartable, una bata encima, doble par de guantes, gafas para los ojos, barbijo y si se manipula algún tipo de secreción del paciente se utiliza un barbijo especial que tiene mayor protección y que se usaba en los casos de tuberculosis. Cada vez que uno se cambia o se toca algo se realiza lavado de manos; todas las reuniones que se requieren de los equipos se realizan en los pasillos para conservar distancias prudentes”, cuenta Sofía con fluidez.


“Pero cuando hablamos de lo humano… es más duro. Se le ofrece a los pacientes oxígeno, pasar a cuidados intensivos, ofrecerle un respirador o intubación de ser necesario… Pero no hay mucho más para ofrecerles que eso… A los pacientes de mayor edad sólo se les puede ofrecer algo de confort. Ningún familiar puede entrar al Hospital, por lo que las personas están solas… y los informes se realizan a la familia por teléfono. Es una mochila muy grande la que cargamos, porque nos toca muchas veces ser las personas que despiden a esos pacientes y avisar a la familia de un fallecimiento… siempre por teléfono”, relata la joven médica uruguayense ya con la voz más sentida.

Las medidas en Argentina
“Las medidas en la Argentina las veo súper buenas. Siempre que sean respetadas van a ser muy importantes. Creo que el presidente ha tomado con muchísima responsabilidad y seriedad la situación. Yo sé que las medidas parecen exageradas y extremas; pero créanme que todavía no se ha desatado la crisis de infectados. Después les va a parecer que no alcanza, pero ahora están dando grandes pasos anticipándose a lo más crítico. Aquí muchas veces miramos para atrás y hablamos de cuánto se podría haber hecho para evitar que esto se propague como se propagó acá en España o en Italia que es otro ejemplo negativo”, afirma.

Cuidarse y cuidar al otro
“A mis vecinos de Caseros y de Concepción del Uruguay me gustaría decirles que la diferencia que tiene una Pandemia como la que sufrimos, con epidemias o endemias, es que el tiempo en una pandemia es más agudo en el tiempo, se propaga rápido en diferentes territorios y de una forma muy aguda y por eso colapsan los sistemas de salud. Es cierto que existen muchas enfermedades que quizás matan más o de la misma manera, pero como aparecen de manera más paulatina, los sistemas de salud la pueden contener de manera diferente. Uno no ignora que existen la desnutrición, la pobreza, el hambre, la tuberculosis, los femicidios la violencia social en la calle. No los negamos, y no le damos más importancia al coronavirus que a esas enfermedades o a esas muertes. Pero aquí estamos hablando del colapso del sistema de salud, y es por un virus que se propaga de forma rápida y requiere mayor atención en poco tiempo”, señala.


“Lamentablemente no hay cura para este virus estamos en una guerra luchando casi sin armas”, argumenta Sofía y destaca que el mayor impacto que se vio en China fue cuando la gente se quedó en su casa; cuando la gente comenzó a tomar las medidas de higiene en serio: lavarse las manos reiteradamente, toser en el pliegue del codo, mantener distancia interpersonal y no compartir utensillos. “Son medidas que no cuestan tanto. Respetar eso, va a ser la diferencia entre contener el virus o no. Yo sé que es difícil y más para los argentinos, y para los entrerrianos más todavía.

No poder compartir un mate, no compartir un abrazo, no poder salir a caminar, a correr, evitar ir al supermercado… Es difícil, pero es lo que nos va a salvar. Esa cosa que tenemos muchas veces de pensar que si salgo un ratito y vuelvo no pasa nada, hay que entender que se trata de ser solidarios, porque si todos piensan lo mismo y todos salen un poquito, entonces el esfuerzo no sirve de nada. A los hijos y nietos, decirles que la mejor caricia que le pueden hacer hoy a los abuelos es hacerle los mandados a la farmacia o al mercado y dejarle las cosas en la puerta. Eso es lo ideal, los abuelos en casa”.

Familia de Sofía

Tristeza, angustia, impotencia
Sabiendo que su voz suena triste, Sofía afirma: “Tal vez mis palabras suenen un poco drásticas. Un poco tristes. Pero es el resultado de una realidad que nos supera. Porque cuando uno ve una realidad tan agobiante, empieza a tener noción de lo frágiles que somos. Porque este virus tan chiquito, nos tiene amenazados de esta manera. Y la muerte está ahí. Cuidemos a los mayores y cuidemos a los más vulnerables. Cuidémoslos quedándonos en casa… porque el sistema de salud no da abasto para cuidarlos a todos”.

Le consultamos a Sofía pos su estado anímico, y reconoce que “empecé mucho mejor de cómo estoy ahora. Nunca tuve miedo pero sí siento angustia. Impotencia, como profesional sobre todo… porque a los pacientes no le podemos brindar la ayuda para lo que uno estudió no alcanza lo que estudiamos… Y Angustia, mucha angustia. Porque la empatía hace sentir eso, cuando vemos la realidad del otro, de un paciente que se va a apagando despacito, sin siquiera poder estar con su familia al lado… si uno siente empatía, haría caso y se quedaría en casa. Porque ver sufrir a una persona no es agradable. Ver las limitaciones con las que cuentan algunas personas… es difícil. No siento miedo. Tampoco soy paranoica. Pero siento mucha angustia viendo cómo se desbordó la situación”.
Finalmente, reflexiona: Creo que va a ser inevitable que todos aprendamos de esta pandemia. Porque esto desestructura todo. La estructura que tenemos, desde la forma en que vivimos como nos movemos, lo que compramos, en cómo nos relacionamos con otros, en cómo utilizamos el sistema de salud… en cómo demandamos. Esto rompe todo eso. Es una enseñanza para todos me parece. Ojalá aprendamos rápido”.

Situaciones límites
La angustia de su voz se percibe en esos mensajes de Whatsapp que sirvieron para comunicarnos. Y no es para menos. Sofía contó dos ejemplos de situaciones límites que sin dudas provocan que a uno se le haga un nudo en la garganta. “Me tocó acompañar a personas mayores que ya no tenían expectativas de sobrevida por sus 80 años y sus afecciones respiratorias. Sólo se podía sedarlas y esperar. Pero lo más triste es la muerte ahí solos, sin ningún familiar, a quien se les avisa por teléfono. No lo pudieron despedir, no lo pueden velar, no hay sepelios, en algunos casos ni siquiera se sabe que van a hacer con esos cuerpos…”

Y casi con la voz quebrada, Sofía recuerda la historia de una pareja de 40 años, ambos infectados pero que fueron dados de alta. “Después de dar el alta, nosotros realizamos seguimiento muy estricto. Hay una cuarentena de 14 días que tienen que ser de encierro absoluto. Esta pareja tiene un hijo de 5 años, que está encerrado en su habitación, le dejan la comida en la puerta, lo escuchan llorar, lo escuchan despertarse con pesadillas y no pueden acercar… mucho menos tocarlo. Son situaciones que te superan. Es imposible ser impermeable a esta situación”. Después de escucharla, de imaginar esa situación, resulta incomprensible la actitud irresponsable de algunos bobos que burlan la cuarentena y juegan con la salud de toda una comunidad.