Chávez, el fútbol y la revolución bolivariana

Chávez, el fútbol y la revolución bolivariana A un año de la muerte del Comandante, los cambios en el deporte venezolano. Los efectos de la crisis actual. Chávez, el fútbol y la revolución bolivariana

“El deporte estará en la vanguardia en ese cambio de cultura. Debemos construir una patria independiente, libre, soberana y sana a través del deporte”, Hugo Chávez Frías. (28 de julio de 1954 – 5 de marzo de 2013)

Se cumple un año de la muerte de Hugo Chávez Frías y el fútbol venezolano le debe al Comandante gran parte de su presente. A quince años de su ascenso al poder, la realidad del deporte, tanto a nivel competitivo como organizacional, es completamente diferente a la de antaño. El rendimiento del seleccionado, que estuvo cerca de clasificarse por primera vez a un Mundial, muestra el evidente progreso. La crisis política, las marchas multitudinarias y la violencia ejercida entre grupos paraoficiales y opositores, que alteraron por completo la vida en sociedad en Venezuela, también exhibieron la relación estrecha entre el fútbol y el poder político.

Táchira, epicentro de la crisis, es uno de los estados más alejados del poder central (está ubicado en la frontera sur con Colombia) y de los menos representativos de la cultura típica venezolana. Entre sus particularidades los “gochos” (gentilicio vulgar del tachirense y/o meridense) son “arrechos” (o cojonudos) y viven en el único lugar de Venezuela, donde el fútbol es más popular que el béisbol. En su capital, San Cristóbal, juega el Deportivo Táchira, el equipo más tradicional del país y el único que realmente ha podido subsistir sin la necesidad del poder político de turno. Si se analiza al resto de los equipos venezolanos, en mayor o menor medida (entre ellos el Caracas F.C), es posible observar que no poseen similitud alguna con la forma en que se pensaron los clubes en la Argentina y en otras partes del continente sudamericano.

A mediados del 2008, llegué a Maracaibo, para incorporarme al UAM (Unión Atlético Maracaibo). En el aeropuerto, me recibió su presidenta, Marilene Huertas, y como primera medida me llevó a conocer el Estadio Pachencho Romero, donde jugaba el equipo. Yo no lo sabía, pero en realidad el motivo no estaba centrado en mi familiarización con el lugar, sino en la intención del “alma mater” del club en conocerme: el alcalde de la ciudad, Gian Carlo Di Martino, tan fanático del fútbol que fue capaz de mudar las oficinas de la alcaldía al estadio.

Por ese entonces, el Unión Atlético Maracaibo era uno de los equipos más fuertes de Venezuela pero tenía muy poca historia, apenas el tiempo que llevaba Di Martino en la alcaldía. La institución era una entelequia preciosa: no tenía socios, la gente accedía gratis al estadio a ver los partidos, pagaba los mejores sueldos del país, el equipo concentraba en hoteles cinco estrellas y todo era financiado por las arcas bolivarianas de la intendencia. Pero un día el castillo de naipes se derrumbó, exactamente el 23 de noviembre de 2008, cuando Di Martino (tras ocho años en el poder) perdió las elecciones. En menos de una semana desapareció todo: las concentraciones vip, las máquinas del gimnasio, la bebida hidratante pos-entrenamiento y también las pelotas. Lo que era un club “modelo” pasó a ser un club fantasma.

A comienzos de este año, cuando se agudizó la crisis política del gobierno de Nicolás Maduro, el campeonato venezolano estaba a punto de disputar la sexta fecha del torneo final. Los dos partidos jugados en la región de los Andes concluyeron con incidentes: Deportivo Táchira vs Atlético Venezuela tuvo que ser finalizado antes de tiempo y en Estudiantes de Mérida vs Llaneros, los futbolistas debieron permanecer en el Estadio por horas, porque las protestas se estaban llevando a cabo en las cercanías del lugar.

Como medida de protección, para la séptima jornada, la entidad gremial de los futbolistas (AUFPV- Asociación Única de Futbolistas Profesionales de Venezuela) emitió un comunicado anunciando el cese en la prestación del servicio al no tener garantías de seguridad para el traslado de los equipos a los diferentes estadios. El saldo de fallecidos en las marchas ya superaba la decena y había cientos de heridos, principalmente en las grandes ciudades. La mayoría de los futbolistas apoyaba la medida pero la Federación Venezolana de Fútbol (FVF) tenía compromisos políticos y no quiso suspender la fecha: para “gambetear el paro” abaló que los equipos utilizasen juveniles en lugar de profesionales.

El extremo del absurdo, en la jornada, se vivió en la zona andina: en Trujillo, los hinchas locales invadieron el campo para no dejar salir a los equipos Sub 20 (finalmente se jugó y los juveniles de Lara vencieron a Trujillanos 4 a 1) y en El Vigía, el equipo local (último en la tabla con seis derrotas en seis partidos) firmó la planilla con cinco profesionales y doce juveniles para vencer al Táchira (puntero invicto del torneo) que no pudo recorrer los 167km que separan ambas ciudades.

La decisión de la AUFPV tuvo un acato casi total (el 95% de los profesionales no se presentaron a jugar), lo cual generó mucho malestar. Los dirigentes del Atlético Venezuela y del Yaracuyanos, dos clubes vinculados políticamente al chavismo, despidieron a la mayoría de los futbolistas que se plegaron al paro. Los inconvenientes generados no cambiaron la postura de la FVF que siguió programando las fechas como si nada pasase.

Nelson Carrero, representante de los jugadores ante la FVF, se lavó las manos y dijo que los futbolistas “habían hecho política, algo que no se podía hacer”. Carrero un recordado ex jugador (marcó a Maradona en la eliminatoria para el mundial 86) abogado y director técnico, cuando lo tuve de entrenador en el 2008 (en el UAM) criticaba habitualmente el poder dictatorial del eterno presidente de la FVF (Rafael Esquivel). Lamentablemente con el tiempo sucumbió ante el poder y traicionó a los que supuestamente debía representar. El asunto terminó zanjándose cuando la presión ejercida contra el gremio dio su fruto y se levantó el paro, días después los futbolistas despedidos fueron reincorporados. La siguiente jornada se jugaría con profesionales pero igual sufriría inconvenientes y postergaciones.

Para entender la férrea postura dirigencial, hay que entender que el deporte siempre ha sido un valor para el gobierno bolivariano. El libro “Chávez, corazón de la revolución deportiva” analiza el vínculo indisoluble entre deporte y Chavismo a través de la descripción de las medidas: entre ellas, la creación del Ministerio del Poder Popular para el Deporte y la sanción de la Ley Nacional del Deporte.

El fútbol en Venezuela es un deporte periférico y como no podía crecer con ingresos propios terminó desarrollándose, en gran medida, al calor del poder político. Los clubes, en la mayoría de los casos, terminaron siendo apéndices de los gobiernos regionales. El nivel futbolístico sigue elevándose. A un año de su muerte, para bien y para mal, el legado de Hugo Chávez sigue vivo en el fútbol venezolano.