“La obra es un amor correspondido”

“La obra es un amor correspondido” El joven actor de 25 años protagoniza Mi hijo sólo camina un poco más lento, la exitosa y premiada pieza de teatro independiente. “La obra es un amor correspondido”

Tupac Soler aún mantiene la pureza del joven novato de fuertes ideales con respecto a la profesión de actor y no se ha relamido de los elogios que le llegan por su protagonismo en el fenómeno del teatro independiente Mi hijo sólo camina un poco más lento, la multipremiada pieza dirigida por Guillermo Cacace que nació en la Sala Apacheta en el horario antiteatral de los domingos a las once de la mañana. “Yo no me metí en esto para los elogios –aclara–, no sé muy bien por qué actúo, incluso me relajó no haber ganado al ACE. Estar nominado este año ya fue un montón”. Soler cuenta que es la primera nota que brinda en solitario: “Así que si me voy por las ramas te pido por favor que me pares”. Soler tiene 25 años y decidió ser actor al quedar enamorado de la obra Estado de ira en el Sarmiento. “Yo quiero esto para mi vida”, se dijo, y se anotó en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático. Se formó bajo las clases de Paola Barrientos, Ciro Zorzoli y Diego Velázquez, su referente: “Sin lugar a dudas es mi Maradona. Verlo actuar fue un antes y un después”. Logró recibirse en 2013 y en menos de tres años recibió nominaciones y excelentes criticas por su interpretación de Branco, un joven adolescente que padeció una enfermedad que lo dejó en silla de ruedas, situación que sirve de disparador para mostrar, en tono de tragicomedia, las miserias de una familia disfuncional. “Tranquilamente podría ser una obra de Chéjov”, analiza sobre el texto del croata Ivor Martinic. Y dice que su controvertido personaje lo creó desde los márgenes: “No hay tanto de cómo lo veo yo, incluso la obra y el texto no especifican qué enfermedad tiene, por lo que nos sirvió para que no sea el eje central. En un momento  se pensó sacar la silla de ruedas y pero decidimos que era interesante que estuviera”.

—¿Te costó asirte y trabajar con la silla?
—Fue fuerte. Hubo un proceso que costó y llevó un tiempo. Sentarte ahí  te cambia la percepción de la vida, es triste estar sentado ahí, y justamente es darle lugar a todo lo que me genera verlos a todos en movimiento.

—¿Qué aprendiste en este tiempo sobre el oficio de actor?
—A sacarse el ego que en escena no sirve, dejar de ser importante y darle lugar al otro y que eso suceda en el hecho teatral.
Hijo de un profesor de Educación Física y de una instrumentadora quirúgica, Soler se pellizca por el presente de la obra que ya fue exhibida en Uruguay y Chile. “Siento que la obra es un amor correspondido y es imposible que el público no se vea reflejado en alguno de los personajes o en todos. Imaginate que íbamos a hacer sólo doce funciones y hoy vamos por la 115”. Una de las bases del éxito, sugiere, es que el espectador es parte de la escena desde su génesis: antes de que comience comparten mates, café, bizcochos y chipás con los actores. “La obra da un respiro, es más compartir en vez de exhibir. Un día vino Luis Machín y nos dijo: “Acá no se ve la vanidad de los actores. Hay mucho de eso en teatro comercial, pero también hay acá en menor medida”.

—¿Les ofrecieron mudar la obra a calle Corrientes?
—Sí, hubo propuestas, vinieron de El Picadero y del Paseo La Plaza. Pero preferimos quedarnos acá. Se ganaría en lo económico, pero perdería la esencia y el espíritu. Si funciona en esta sala, ¿por qué irnos? Nuestra casa es Apacheta. Un productor piensa más en el comercio, el actor piensa en lo sensible y en lo artístico.

 

Deseo de hacer cine

Tupac Soler participó en un capítulo de Signos, el unitario policial que protagoniza Julio Chávez en El Trece y que repunta en el rating.
“No me convocaron por la obra. Me enteré de un casting para otro personaje y al tiempo me llamaron para hacer de un doctor. Es un cameo que me permite tener otro ingreso junto con las clases de teatro y las publicidades. Todavía no me ofrecieron nada por estar en la obra”, asegura. Joven y entusiasta, Tupac experimenta una película de bajo presupuesto con su compañera de elenco Pilar Boyle, con la dirección y cámara de Sergio Albornoz. “Filmé muchos cortos, pero nunca hice cine, y tengo un profundo deseo de incursionar ahí. Y hay un proyecto de otra película pero estamos esperando si recibimos el subsidio del Incaa para poder llevarla a cabo”, cuenta. Soler asegura que casi no frecuenta las obras que se exhiben en el teatro comercial de calle Corrientes: “La verdad es que es a donde menos voy a ver teatro. Lo último que vi fue Open Mind, en el FIBA, Estado de ira en el Picadero y El principio de Arquímedes en el Teatro Apolo”.