La paradoja: de ex goleadores a técnicos de equipos que no le hacen un gol ni al arco iris

La paradoja: de ex goleadores a técnicos de equipos que no le hacen un gol ni al arco iris Con siete ex centrodelanteros dirigiendo, el actual torneo de Primera tiene el quinto promedio de gol más bajo de la historia. El debate vuelve: ¿todavía se juega como se vive? La paradoja: de ex goleadores a técnicos de equipos que no le hacen un gol ni al arco iris

El fútbol espejo tiene las caras de los futbolistas devenidos entrenadores. Un túnel del tiempo que refleja cómo juegan los equipos de los que jugaron. Ocho ex delanteros integran la lista de técnicos de Primera que no logran romper con un estigma que ya es tendencia: cada vez hay menos goles en el fútbol argentino. El promedio de gol del torneo Inicial, hasta el comienzo de la novena fecha, es el quinto peor en la historia de los campeonatos locales: 2,08 tantos por juego. Más allá de esa paradójica particularidad, ¿los equipos se parecen a cómo jugaban sus entrenadores? El mito arriesga que se juega como se vive; que la cancha no transforma, evidencia. ¿En qué se parece Boca al agresivo y letal Carlos Bianchi? ¿Y River al eléctrico y contundente Ramón Díaz? ¿Intenta Lanús romper los esquemas y descaderar a sus rivales como Guillermo Barros Schelotto? ¿Le trasladó su alma a Belgrano Ricardo Zielinski, aquel volante ordenado, de marcada personalidad? La mayoría juega como era. ¿O sus dirigidos hacen lo que pueden? “Quiero que mis equipos jueguen como sentía el fútbol yo, pero depende de los jugadores”, atenúa Carlos Ischia. Aquellos futbolistas que lucían melenas y abdominales hoy son pelados y panzones. Casi todos mantienen intacta su esencia futbolera.

Perfiles consecuentes. Vende humo, mulero, pícaro, genio, tramposo, mezquino, milagrero, chanta, sabelotodo. Nadie con más carteles en el fútbol argentino que Ricardo Caruso Lombardi, el hombre que como futbolista se definió con una pintura que podría replicar para su actual profesión. “Para la Primera era un jugador regular, pero en la B me destaqué. Era de correr, marcar y meter. Como jugador, parecía un técnico dentro de la cancha. Equilibraba al equipo, hablaba constantemente. Los entrenadores me lo valoraban mucho”, le dijo el entrenador de Argentinos Juniors a El Gráfico. Caruso siempre es una muestra explícita, quizá la más visceral.
Sin embargo, hay otros casos que también reflejan la teoría del fútbol espejo. Ischia le cuenta a PERFIL que se enfoca en que sus equipos gobiernen la posesión de la pelota: “Es lo que más intento”. Con la camiseta de Chacarita se reconocía “morfón”. Hasta que el entrenador le buscó el remedio a aquel equipo con varios volantes de buen manejo: “Victorio Spinetto me puso de apodo Pelotita. ‘Largá la pelotita’, me gritaba. En la práctica cobraba tiro libre para los contrarios cuando nos excedíamos con la gambeta. Y así aprendimos a jugar en equipo”. El ex ayudante de Carlos Bianchi adhiere a que él dirige como jugaba. Y que, por características, le resulta más fácil encontrarle la vuelta a la parte ofensiva del juego que a la defensiva. “Yo jugaba así”, insiste. Ischia no mata a aquel jugador.

Los grandes éxitos. Ramón Díaz se queja. Su equipo padece de sequía y él, de nostalgia: “Yo me cansaría de hacer goles en este equipo”, le dijo a la periodista Angela Lerena luego del 0 a 0 entre Godoy Cruz y River. El entrenador soltó esa declaración en la tercera fecha de este torneo Inicial, en Mendoza. Por entonces, se lamentaba de lo que a él le sobraba. Verborrágico, su estilo de fútbol agresivo se vio plasmado en el irreprochable River del ’96/’97. Con Enzo Francescoli, Burrito Ortega y Marcelo Salas como emblemas de su bandera, Ramón Díaz grabó su nombre como el técnico más ganador de la historia de River. Ahora no cuenta con intérpretes tan exquisitos y se refugia en la estructura. Si bien Díaz declama un fútbol a imagen y semejanza de su pasado como goleador, su contenido perdió argumentos. A pesar de lo que se diga.
Bianchi, en cambio, nunca les imprimió a sus equipos la voracidad con la que jugaba. De todos modos, sus equipos fueron tan ganadores como los pergaminos que logró individualmente. Del análisis sobre este Boca, ayer se enfocó en su puesto de siempre: “Hay que calibrar la mira”, señaló. El hombre que bautizó a Martín Palermo “el optimista del gol” nunca dejó de pensar como nueve. Por eso su lupa, ahora, está sobre Emmanuel Gigliotti.
En el otro extremo de la cancha, Julio Falcioni refleja una perla: es el único ex arquero campeón como entrenador en el fútbol argentino. También, atajaba como dirige: con sobriedad.