“Todos mis tangos son un homenaje a Buenos Aires”

“Todos mis tangos son un homenaje a Buenos Aires” Por primera vez, una ópera de su autoría llega al Colón. El poeta celebra esta invtación, se refugia en la escritura y se aleja de la vulgaridad. “Todos mis tangos son un homenaje a Buenos Aires”

Del 20 al 29 de octubre, la sala principal del Teatro Colón presenta Bebe Dom o la ciudad planeta, ópera de un infrecuente autor en ese espacio: Horacio Ferrer. Este escritor prolífico –de poemas y de emblemáticas letras de tango, muchas de las cuales hizo con Astor Piazzolla–, es también el creador de la ópera María de Buenos Aires, representada en los principales coliseos del mundo, excepto… el Teatro Colón de Buenos Aires. A Horacio Ferrer esto no parece preocuparle, como casi ninguna cosa, pues este mago de la palabra, a sus 80 años, parece plenamente satisfecho con lo que tiene: talento, fama, proyectos, amigos, un departamento en el Hotel Alvear, donde vive con su mujer Lulú Michelli…

—¿Cómo se siente viendo el montaje de su obra en el Colón?
—Es digno de celebración, consagratorio. Si me invitaron, será porque la obra tiene un valor. En cambio, María de Buenos Aires, desde su estreno en la sala Planeta en la calle Suipacha y Paraguay [en 1968], no se ha hecho en el Colón. Es la obra argentina más dada en el mundo entero con traducciones en múltiples países. No le ha tocado a María de Buenos Aires el Colón, pero le ha tocado a Bebe Dom. Además doy la primicia de que va a haber una María de Buenos Aires a partir de julio en el Teatro San Martín, según me dijo el director del Ballet, Mauricio Wainrot. Supongo que será con música en vivo… Estoy contentísimo.
—¿Qué puede adelantar de “Bebe Dom…”?
—Es una obra que tuve reservada durante bastante tiempo, porque presentí que iba a tener un buen destino. Así fue, pues pude proponerla cuando la gente del Colón me preguntó si tenía un libreto. Es la historia de un arquitecto, que se llama Bebe Dom: Bebe, porque es un nombre cajetilla y pituco, de familia tradicional, y Dom, porque es la palabra que significa “casa” en latín. Se me ocurrió que era un buen nombre para mi personaje arquitecto. Bebe Dom presiente y tiene comprobaciones de que el planeta Tierra va a terminar sin bosques ni jardines, y que toda la superficie va a estar ocupada por una ciudad continua. Ya escuché la música que compuso el maestro Mario Perusso sobre mi guión: una obra sinfónica preciosa, muy adecuada al argumento, con fuerza, densa, con el espesor de los sonidos de la ciudad contemporánea en cualquier parte del mundo. La ciudad de esta ópera no es Buenos Aires, es una inventada por mí, con características de las ciudades de los siglos XX y XXI. Hay personajes que quieren pero no logran encontrarse, porque las ciudades generan desconcierto. Una cita de amor puede ser postergada por un choque, un semáforo en rojo, una intervención policial.
—¿Cuál es su visión de la Buenos Aires real, en la actualidad?
—Todo lo que he escrito, todos mis tangos son un homenaje a Buenos Aires. Más allá de los acontecimientos de cada época, Buenos Aires, como París, como Nueva York, es una ciudad encantadora con su noche, sus barrios, sus cafés, con sus porteños y sus porteñas. Las reformas actuales son más de tipo vial que estético. Por ejemplo, el Metrobus, como el que hay en la 9 de julio, me parecen algo muy funcional. Es algo muy progresista, que facilita el movimiento. Yo veo muy linda a Buenos Aires.
—¿Qué le quedó del episodio en que Antonio Gasalla lo dio por muerto en junio pasado?
—Bueno… Eso fue un equívoco de una persona que estaba mal informada. Yo, por suerte, estoy viviente y en mi plenitud. Yo soy un hombre feliz, con una mujer que adora, que es pintora, me siento con ganas de recitar, cosa que hago en los escenarios frecuentemente y con ganas de hacer obras grandes como ésta.

 

Poesia y refinamiento de un poeta

Milonga del trovador, Balada para mi muerte, Balada para un loco son algunas de las grandiosas composiciones de Horacio Ferrer que han quedado en la memoria cultural de los porteños, donde consiguió entrelazar una multitud de sorprendentes y originales metáforas. El encuentra como origen de esta maestría compositiva, que recorrió el mundo representando al país a su madre, doña Alicia Ezcurra Franccini: “Mi madre fue discípula de Alfonsina Storni como recitadora. Había conocido a Amado Nervo, entre otros artistas. En nuestra casa, recitaba diez o 12 poetas notables; tenía un estilo muy sonoro porque además era cantante lírica. Recitaba el poema El día que me quieras, que es mucho más antiguo que el tema de Gardel y Le Pera. Como me crié entre versos recitados, me gustan los sentidos sonoros, con figuras y metáforas. Mi madre me dio una especie de repertorio”. Formado en un ambiente culto y refinado, para Ferrer “la chabacanería, la vulgaridad es triste, pero poco a poco puede ser desterrada por la presencia de un arte más magnético e incorporado a la vida diaria. Yo creo que esa utopía es posible. Si no, no seguiría siendo poeta y haciendo poesía…”.