Ante la evocación de la batalla :Recordar Caseros, pero protegiendo al caballo

El Palacio “San José”, lugar referencial donde vivió nuestro prócer entrerriano, J. J. de Urquiza; espacio atemporal donde se lo sigue recordando en más de una fecha conmemorativa como lo es, en este caso, todos los 3 de febrero, día de ese 1852 que libró la Batalla de Caseros, punto de inflexión de su triunfo federal.

Frente a una lectura superficial, una de las mejores formas de evocar tal suceso es por medio de este Festival de Jineteada y Destreza Criolla, pero si reflexionamos…quizá no la más adecuada para recordar sus valores puesto que tal acontecimiento raya la incoherencia de su personalidad.

Verdadero apasionado por los caballos, José de Urquiza tenía un tordillo al que llamaba “El Sauce” que fue su monta preferida en varias de sus campañas militares. Ya retirado de la lid, por su edad y achaques, el caudillo lo cuidó en su residencia. Sobrevivió varios años al asesinato de su jinete ocurrido en 1870. Es el animal que suele aparecer en la iconografía del General, de la que se destaca pinturas del artista uruguayo Juan Manuel Blanes el cual en más de un óleo se lo retrata también con su perro Purbis acompañándolos fielmente hasta en los campos de batalla.

Se recuerda a Urquiza en la batalla de Caseros, montando un caballo moro enjaezado de plata. Con el mismo animal entró en Buenos Aires diecisiete días después. Sería éste el mismo caballo de silla célebre “por lo guapo y ligero, del que se contaban prodigios. Decíase, por ejemplo, que, puesto al galope, el jinete que lo montase podía agarrar avestruces con la mano, y hasta alcanzar una cigüeña en el campo antes que tuviera tiempo de alzar el vuelo”.

Tanto él, como Manuel Belgrano, José de San Martin, Francisco “Pancho” Ramírez y Facundo Quiroga, entre otros próceres nacionales latinoamericanos, tuvieron una relación estrecha y de mucho apego con sus «pingos». Es que ellos están emparentados directamente con la tradición nacional, tanto por su participación en las batallas libertadoras como por su permanente presencia junto a sus jinetes en su vida.

En estos últimos años a nuestro J.J. de Urquiza se le rinde homenaje desde los predios linderos a su residencia por medio de este tipo de festival propiciado desde casi el seno del “Palacio”.

Es sabido que en las jineteadas, domas y parodias, los caballos experimentan dolor, accidentes y muerte. Así también sucede con los jinetes. En estos espectáculos los animales sufren todo tipo de castigos: tironeo con las riendas, el freno les rompe la comisura de la boca, padecen golpes a destajo con la fusta y por presión, las espuelas se clavan en los ijares del caballo entre otros padecimientos. Se castiga física y psicológicamente a un animal hasta lograr que obedezca.

Las jineteadas -y esta no deja de ser la excepción- son negocios de crueldad que cuentan con respaldo oficial, como reza el spot tal Asociación que también se “beneficiará” con ella, sin respetar la Ley Nacional 14.346 Ley de Protección al animal, donde claramente en su art. 3 dice que serán considerados actos de crueldad/ Inciso 7: Lastimar o arrollar animales intencionalmente, causarles torturas o sufrimientos innecesarios o matarlos por solo espíritu de perversidad. Por ende, desde ese 1852 lejano donde estaba instalado el concepto de “Civilización y Barbarie” hasta nuestras épocas y con este espectáculo, pareciera que nada ha cambiado. Necesitamos que esto cambie, que se reflexione y se tome conciencia.

Por tal razón Instamos a que con la nueva autoridad que asuma en la Dirección de tal museo histórico pueda exhortar a tal Asociación para que ésta no siga fomentando este espectáculo que pone en manifiesto tal brutalidad contra este ser y así, estos “amigos” sea aún más de la figura de Urquiza y de lo que fue su apego, su caballo y que no sigan forjando “amistad” con intereses meramente económicos que promueven tal práctica, apología a la crueldad. La Cultura también puede promoverse de esta forma Cambiar a otras para evocar su figura, no castigar la figura de su fiel animal, “El Sauce” y por ende, a los contemporáneos de éste.

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