Cuando un refuerzo es lo más parecido a una pésima inversión

Cuando un refuerzo es lo más parecido a una pésima inversión Los cinco grandes contrataron 36 jugadores al principio de esta temporada, pero sólo rindieron tres. River es el que peor eligió. Boca, el único que acertó. Cuando un refuerzo es lo más parecido a una pésima inversión

Cada receso ocurre lo mismo: el tema que monopoliza a los hinchas y a los medios es el de los refuerzos, como si los ilustres desconocidos que se suman a los planteles representaran la única salvación posible, como si todavía nadie hubiese tomado conciencia de que los grandes equipos son los que se mantienen y no los que se arman a las apuradas. Pero el hábito es recurrente. “¡Te parece, no podemos traer a nadie!”, se quejaba uno. “Ustedes no compraron ni a un cuatro, no existen”, chicaneaba otro. “Parece que nos armamos, incorporamos un jugador por puesto”, se entusiasmaba un tercero. Sin embargo, pasan las fechas y el milagro de un plantel repleto de nombres nuevos no se concreta.

Antes del comienzo de esta temporada, los cinco grandes del fútbol argentino incorporaron a 36 jugadores, de los cuales 24 no jugaron o tuvieron malos desempeños, de acuerdo al criterio arbitrario de PERFIL. Esto significa que, de cada tres, dos no rindieron. Pero sigue: de los 12 que no fueron un desastre, nueve tuvieron un desempeño apenas digno, y sólo tres justificaron sus incorporaciones. En definitiva, de los 36 “refuerzos”, sólo Emanuel Gigliotti, Matías Pisano y Martín Cauteruccio podrían calificar como tales.

River, desacertado. Entre los cinco grandes, el equipo de Ramón Díaz es el que peor incorporó. Al principio de esta temporada trajo a Jonathan Fabbro y Teo Guiérrez para armar una delantera temible. En doce fechas, Fabbro está virgen de goles, Teo sólo convirtió uno y hasta erró un penal en el 0-0 contra Belgrano. Otra cara nueva, el colombiano Carlos Carbonero, llegó, firmó un contrato por 400 mil dólares, jugó todos los partidos pero sólo tiene un tanto: 1-0 a All Boys. Otro con asistencia perfecta es Osmar Ferreyra, un viejo conocido que volvió en su peor versión. El que todavía no debutó es Juan Carlos Menseguez: cuando lo trajo Ramón, hacía dos años que no jugaba. Todavía espera su chance. Estos desaciertos, por supuesto, no fueron gratuitos: en la fecha undécima, cuando promediaba el Inicial, River ya se había despedido del torneo. El sueño de ganar el título fue tan efímero como la ilusión que trajeron los refuerzos.

El caso Racing es similar: incorporó siete jugadores, y apenas Valentín Viola se salva de la lapidación. Es cierto que Racing y su caos pueden hacer fracasar hasta a la dupla Messi-Neymar, pero también es real que ni Rodrigo Battaglia, ni Gabriel Hauche ni Mario Regueiro pudieron enderezar el rumbo de un plantel que sumó más entrenadores que puntos: en doce fechas, los cinco técnicos que pasaron apenas acumularon dos unidades.

En la vereda de enfrente, las cosas no están mucho mejor. Se suponía que Independiente iba a reforzar su plantel para volver cuando antes de la B Nacional. Pero las ocho incorporaciones, hasta ahora, fueron intrascendentes. Salvo Matías Pisano, que se convirtió en el mejor socio del Rolfi Montenegro, el resto está en deuda. El caso paradigmático es el de Andrés Alderete, que en cinco fechas fue expulsado dos veces. ¿El resto? Poco y nada: Penco jugó un solo partido de titular, Cristian Menéndez convirtió un solo tanto en diez fechas, Franco Razzotti está errático y el uruguayo Cristian Núñez parece un jugador amateur. Sólo zafan Facundo Parra, con dos tantos, y aunque irregular, Martín Zapata.

San Lorenzo tiene algo para mostrar: Martín Cauteruccio. En los seis partidos que disputó convirtió cinco goles. Después se lesionó y se perdió lo que quedaba del torneo, pero la efectividad del goleador por lo menos es un argumento que justifica su elección. No se podría decir lo mismo de Cristian Alvarez, por ejemplo, que llegó para adueñarse del arco y por bajo desempeño fue reemplazado por Sebastián Torrico. Y ni que hablar de los otros refuerzos: Juan Ignacio Cavallaro, Fernando Elizari y Fabricio Fontanini.

Boca, al final, queda como el que mejor eligió. Los siete goles de Emanuel Gigliotti marcan la diferencia. Además, los rendimientos regulares de Cata Díaz, Fernando Gago, Jesús Méndez y Emanuel Trípodi ubican a los xeneizes un escalón por arriba del resto. No es casualidad: San Lorenzo y Boca son los únicos grandes que le discuten el liderazgo a Newell’s.

 

Modelo Vélez: poco y bien

La contracara de las compras indiscriminadas es Vélez. El club de Liniers mantiene hace años una política de vender bien y comprar sólo lo necesario. Al principio de esta temporada se fueron, entre otros, Facundo Ferreyra, goleador del Inicial 2012, al Shakhtar Donetsk de Ucrania; Fernando Gago, a Boca; Franco Razzotti, a Independiente, y Germán Montoya, a Colón. Pero en la dirigencia se mantuvo la cordura y respetaron el concepto que convirtió a Vélez en una institución modelo. Las caras nuevas sólo fueron tres: Héctor Canteros, que volvió de un préstamo al Villarreal de España, y es titular; Martín Perafán, para reemplazar a Montoya, y Mauro Zárate, que junto con Pratto es la figura del equipo de Ricardo Gareca. Mal no le va: aunque quedó relegado en el torneo Inicial, está en cuartos de final de la Sudamericana.