Despechado, José Pablo Feinmann insiste: “Tinelli ofrece basura”

Despechado, José Pablo Feinmann insiste: “Tinelli ofrece basura” El filósofo se despachó con dureza contra el conductor. Lo tildó de “torpe” como conductor, y aseguró que su programa “es la apoteosis del culo-idiotizante”. Despechado, José Pablo Feinmann insiste: “Tinelli ofrece basura”

José Pablo Feinmann volvió a disparar contra Marcelo Tinelli, luego de sus fuertes palabras en una entrega de premios, en la que propuso devolver su distinción como Personalidad Destacada de la Cultura.

En la contratapa de Página/12 de este domingo, el filósofo califica a lo que hace el bolivarense de “basura”, lo tilda de “torpe” como conductor, y asegura que su programa “es la apoteosis del culo-idiotizante“.

Feinmann inicia su escrito analizando el rating de Tinelli, y explica que “se instaló una certeza: la mitad del país miraba a Tinelli. ¿Qué ofrecía? Basura“.

“He analizado programas suyos buscando algo, un más allá de la pavada, de lo guaso, lo soez, lo ridículo o lo pornográfico. Nunca lo encontré”, escribe el autor, y proclama que “su torpeza como conductor lo lleva al exceso de casi meterse el micrófono cerca de alguna muela y además gritar“.

“Tinelli entró en la verdadera pornografía cuando acudió a minusválidos para entretener a su insaciable audiencia. Hizo bailar a una enana. A un señor que le faltaba una pierna y usaba una muleta. Disfrazó eso de generosidad. De hacerles sentir que eran iguales, que estaban tan vivos como cualquiera. También usó a un minusválido mental. Desbarrancó de nuevo cuando una de sus chicas hizo tantos malabarismos en su número que la tanga-hilo dental se le salió y les mostró a todos no otra cosa que su vagina“, describe Feinmann.

“El centro del problema no reside en Tinelli. Si no es él habrá otro. A esta altura seguramente es su propio productor. Pero el canal que lo contrata, ¿por qué lo hace? Porque a la gente le gusta. Y no: eso es falso. A la gente termina por gustarle eso que todos los días le tiran por la cabeza“, opina.

“Los que quieren dar basura para que nada cambie, los que adhieren al sistema miserable bajo el que se cobijan y se hacen millonarios sin pensar, sin arriesgar, son los basureros. Doña Rosa no existe. La creó la mediocridad de los mediocres del medio. La gente de la TV se ha dedicado a ganar dinero. Y la TV no debiera ser eso”, analiza.

“Uno está harto de ver en films norteamericanos a unos desdichados onanistas que se apoyan en la barra para ver a las bailarinas del caño. Esas bailarinas son prostitutas. El baile del caño con que Tinelli creyó encontrar la clave definitiva del éxito tiene un origen prostibulario. El momento más glorioso es cuando una ‘bailarina’ incrusta su súper-culo en el caño y todo queda claro: el caño es un súper-pene que penetra a un ultra-culo. Pero atención: las chicas se animan porque Tinelli les ha dicho antes que sí, que es posible, que si se atreven, lo hagan”, escribe Feinmann.

El programa de Tinelli no es ni divertido. Está hecho para el espectador mira-culos. Es la apoteosis del culo-idiotizante. De esta forma, es un programa ideológico-político. Es decir, la eliminación de todo atisbo de conciencia crítica, la reducción de los espectadores a la simple condición-cosa de mira-culos“, critica.

“Cuando nos cansemos de los culos insistirán con las tetas. Cuando nos cansemos de las tetas insistirán con los culos. Cuando nos cansemos de los culos y las tetas atacarán con los penes. Harán grandes concursos mediáticos. ‘Si la tiene larga, ¡venga y gánese un cero kilómetro!’ Los jurados serán femeninos”, anticipa.

“Nos quieren idiotas, sumisos, manipulables o muertos. Nosotros amamos la vida, el arte, el amor, la libertad. Ellos no. Sólo aman el poder. Y destruirán el planeta con tal de no perderlo”, define, polémico.

“Lo central –siempre– es la sumisión, por el embrutecimiento en el trabajo, por la fuerza represiva o por la represión del entretenimiento. ¿Hay alguna esperanza? Por ahora, saberlo, denunciarlo. Y si ayer nos han dado un premio que hoy le dan al representante de esa cultura, devolverlo“, concluye.

La columna completa en Página/12