El maquillaje no alcanza para esconder las arrugas

El maquillaje no alcanza para esconder las arrugas Vélez no necesitó dar una clase de fútbol para ganarle 1-0 a la Academia. El regreso de Mostaza Merlo no produjo contagio: el equipo batió un récord negativo. El maquillaje no alcanza para esconder las arrugas

La esperanza, en ocasiones como la de anoche, es más hija de la fe que de los argumentos contantes y sonantes. ¿Se podía esperar un cambio rotundo en Racing? A veces, la llegada de un nuevo entrenador renueva el espíritu y oxigena la mente. Pero nadie puede oficiar de milagrero cuando un equipo viene tan cuesta abajo. Más allá de lo que mostró la Academia anoche, Merlo necesitará tiempo, justo lo que no abunda con este esquema de torneos de 19 fechas. Como sea, su equipo fue una prolongación de lo que se había visto en los once partidos anteriores: no tuvo firmeza en defensa, mostró excesiva agresividad en el medio, pero no dejó ver una gota de sociedades ofensivas. De Paul y Vietto fueron, sobre todo en el primer tiempo, fueron dos referencias azules que sus compañeros divisaban con largavistas.

Y eso que Racing contó de entrada con la complicidad de un rival al que nada le sobra en el apartado confianza. Este Vélez es la expresión más insípida del largo ciclo Gareca. El gol de Zárate –una buena definición después de una jugada a puro rebote que limpió Canteros con su asistencia al nueve– llegó sin que nada de lo anterior lo preanunciara; hasta ese instante, el juego era una sucesión de pases sin receptores y corajeadas individuales condenadas al fracaso. Pero ya en el último cuarto de hora de ese primer tiempo se vislumbró alguna gema del pasado reciente. Fue cuando Pratto se retrasó para filtrar pases –un aspecto en el que el corpulento delantero cada vez se destaca más– y Allione le agregó criterio a sus constantes mandadas. Un par de buenas combinaciones, incluso, podrían haber sentenciado el resultado ya en ese momento.

Sólo esa determinación extraviada que antes Vélez mostraba con orgullo le dio tensión al segundo tiempo. Porque el equipo visitante demoró en dar el golpe de gracia que Racing ofrecía en todos sus flancos. Tanto que el espejismo del empate merodeó en un par de acciones, sobre todo en una en la que Hauche encaró a Sosa y definió desviado. Pasaban los minutos y Gareca, a los gritos, reclamaba presión, pero no se quedaba en palabras: mandó a la cancha a Insúa por Canteros para asegurar tenencia y buscar el último pase. Un cambio ofensivo.

Fue cuando el público local, hastiado de esperar una reacción, ya había cambiado el aliento a Merlo por los insultos a los futbolistas. Algo así como escupir para arriba: Racing terminó el partido con Gómez, Saveljich, Rolheiser, Zuculini, Vietto y Roger Martínez en cancha. Todos chicos de la cantera, que ahora llevan sobre sus espaldas el peso de este histórico inicio de torneo.

El fútbol, que suele ser generoso en las oportunidades que entrega para tomar revancha, les dará también a estos juveniles la chance de redimirse de aquí al final de este camino escarpado.

 

No hubo tiempo para romanticismo

Javier Lanza

Hizo todo el esfuerzo posible para bajarse por segunda vez de la estatua de bronce que supo ganarse en aquel lejano, y ya mítico, 2001, en el que “su” Racing obró el milagro de quebrar la racha de 35 años sin gritar campeón.

Y la gente lo recibió como si aquel mal paso de 2006, cuando retornó para repetir pero los resultados se lo impidieron, no hubiese existido. Fue la vuelta de Reinaldo Carlos Merlo a su segunda casa, al Cilindro que le dio la bienvenida como lo hace ese novio a esa mujer que lo marcó a fuego para siempre.

“Que de la mano, de Carlos Merlo, todos la vuelta vamos a dar”. Con ese canto mezcla de guerra y mezcla de ilusión recibió la hinchada al entrenador, que rompió un contrato firmado con Aldosivi para llegar a la Academia, no sin antes generar polémica con los marplatenses.

Saco azul con pitucones color piel en los codos, Mostaza salió a la cancha y todos los flashes se fueron con él. No importaba nada más en ese momento eterno, en el que volvió a vivir la pasión celeste y blanca. Se sentó en el banco y ni bien el árbitro dio comienzo al partido, la tranquilidad se transformó en impaciencia. “Vení para acá”, “fijate la espalda” y “tirala larga”, fueron sus primeras indicaciones.

El presente de su equipo es pésima y el objetivo ahora es terminar decorosamente. Sólo el tiempo dirá si Racing contrató al entrenador indicado o sólo a un ícono del pasado.