‘Gala Dalí’: Dalí y Gala

‘Gala Dalí’: Dalí y Gala ‘Gala Dalí’: Dalí y Gala

En enero se cumplió el 25º aniversario de la muerte de Salvador Dalí. Genio, loco, irreverente, narcisista, excéntrico, provocador y mil adjetivos más. Sus pinturas siguen cautivando al público.
¿Quién era en realidad? Es difícil a veces sacar conclusiones habiendo tanto material, demasiadas biografías, cada una con una óptica distinta, además de lo que se podría desprender de sus propios escritos, que uno no termina de definir qué es realidad y qué imaginación del autor.
Hablar de sus obras prefiero dejarlo para los expertos en arte; particularmente, me guío por mi sensibilidad, por lo que esa obra de arte me transmite. Prefiero descubrir al hombre en su vida
diaria, y ahí es donde se descubre que la muerte de un hermano que no conoció lo marcaría para buena parte de su vida. O cómo se rebelaría a la rigidez de un padre que no aprueba su relación con Gala. Y aquí me detengo, porque creo que el comienzo de la verdadera historia de Dalí fue Gala.
Desde del momento en que se conocieron entendieron que estaban hechos uno para el otro. Un amor que duraría más de cincuenta años: ella fue su secretaria, su esposa, administradora, su musa, y me atrevería a decir su creadora. La historia sería otra si no la hubiese conocido. Ahí nos enteramos de que ella fue la que en un principio le cosía la ropa, le cocinaba, además de salir a ofrecer sus pinturas a las galerías: logró reunir a doce mecenas que a cambio de un cuadro por mes le darían dinero para que pudiera trabajar sin preocupaciones. Una mujer que en ese momento estaba casada y con una hija, y aun así abandonó todo para estar al lado de su “pequeño”, como ella lo llamaba.
Dalí encontró en ella no sólo a su musa inspiradora. También a una madre, a una esposa, a una amante que le enseñó muchas cosas. Según sus propias palabras, hasta ese momento nunca había tenido contacto físico con una mujer.
Sería tal el amor que le profesaba que casi todas sus obras tienen el rostro de Gala, y firmaba sus cuadros como Gala Dalí. Y, gracias a ella, al talento de él y a sus excentricidades, el dinero se acumulaba en cantidades obscenas.
Pero los años pasan, y todo cambia: lo que empezó como un amor sublime se convirtió en una rutina pesada y comenzaron las peleas. Eran famosas las discusiones en los hoteles, incluidos bastonazos y roturas de mobiliario. Dalí le compra un castillo para ella, imponiéndole la condición de que sólo puede ir a verlo si le manda una invitación a él. Si en otra época ella cuidaba su fortuna, en la vejez empezó a viajar, a visitar los casinos del mundo pagando a sus amantes
de turno y gastando lo que con tanto esfuerzo habían conseguido.
Dalí estaba al tanto. Era como un pacto en la relación dado el espíritu libre que siempre tuvo ella. Y lo más maravilloso es que aún, pese a todas esas vicisitudes, se tenían un amor profundo. Ella, 12 años mayor que él, seguía preocupándose por qué ocurriría con “su pequeño” cuando ella no estuviera: sabía que sin su presencia Dalí estaría perdido como un niño en la multitud.
Dalí hizo construir dos tumbas. Una al lado de la otra, con un hueco en los costados para poder pasar las manos y así estar juntos en la eternidad.
Gala era adicta a las cirugías estéticas, y aun en sus más de 70 años conservaba una buena figura. La adicción de Dalí era otra: rodearse con gente de lo más extraña con la condición de que lo adularan, de que lo consideraran un dios. Gala muere y, al contrario de lo que se creía, Dalí la sobrevive siete años. Pero el deterioro físico era evidente, y lo que Gala quiso evitar se cumplió: su pequeño estaba solo, rodeado de gente que sólo quería aprovecharse de su estado, recluyéndolo en su castillo y controlando las visitas de sus verdaderos amigos.
Hoy, al cumplirse 25 años de su muerte, sacando de lado su genio, descubro una historia de amor, cómo un amor sublime se transforma con los años en una decadencia y sigue habiendo amor. Y, si miramos con mayor objetividad, veremos que su mayor obra fue su vida, y con sus propias palabras: “Si todo esto fuese cierto, sería maravilloso”.

*Autor y director de Gala Dalí (detrás del horizonte azul). Funciones, viernes a las 21 en Tadrón Teatro, de Niceto Vega 4802.