La primera piedra, ¿quién la tiene?

DOMINGO-13-03-16Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social

El relato evangélico de la mujer adúltera es una maravilla, y pone al desnudo intenciones y sentimientos retorcidos de los personajes de aquel tiempo, y que se siguen repitiendo a lo largo de la historia. La escena se desarrolla delante de nosotros -con la intención de que no seamos meros espectadores- en un triángulo: la mujer, los acusadores, Jesús. Te recomiendo leer detenidamente y rezar esta página que tanto bien nos hace. (Jn 8, 1-11) Los acusadores son personas que conocen muy bien la ley de Moisés, y son del grupo de los hombres religiosos del Pueblo, los maestros de la Ley y los fariseos. Ellos pretenden poner a prueba a Jesús. No les importa la mujer, ya que no dicen su nombre, ni nada acerca de su vida. Solamente quieren resaltar su condición de pecadora y la sentencia que le corresponde, ser apedreada hasta la muerte. Cuántas personas viven con «piedras en los bolsillos» dispuestos siempre a condenar, a levantar el dedo acusador. Pero quien resultó «lapidario» fue Jesús: «el que esté libre de pecado que tire la primera piedra». ¿Quién se animó? ¿Quién era capaz de tener en sus manos esa primera piedra? La mujer está presentada como temblorosa, con miedo y vergüenza.

 

Sólo puede hablar cuando queda sin nadie más delante del Maestro. A veces decimos «tal persona me saca», haciendo referencia a que solemos reaccionar como no queremos. Jesús en cambio «saca» lo mejor de cada uno de nosotros. La mirada misericordiosa del Buen Pastor descubre en el fondo del corazón humano esos rasgos de santidad que Dios sembró al crearnos a su imagen y semejanza. Como aquella mujer delante de Jesús, dejémosnos mirar por Él, sintamos su ternura y acojamos su pedido «de ahora en adelante no peques más». San Pablo nos da testimonio muy fuerte de su experiencia. Escribe a su joven discípulo Timoteo: «Doy gracias a nuestro Señor Jesucristo, porque me ha fortalecido y me ha considerado digno de confianza, llamándome a su servicio a pesar de mis blasfemias, persecuciones e insolencias anteriores. Pero fui tratado con misericordia, porque cuando no tenía fe, actuaba así por ignorancia. Y sobreabundó en mí la gracia de nuestro Señor, junto con la fe y el amor de Cristo Jesús». (I Timoteo 1, 12-14) Reconozcámonos pecadores y necesitados del perdón de Dios. Ojalá podamos repetir como San Pablo: «fui tratado con misericordia». En estos días en muchas parroquias se realizan celebraciones penitenciales en las cuales se nos invita de manera particular a acercarnos al sacramento de la Reconciliación para hacer experiencia del perdón de nuestros pecados.

 

Son tiempos propicios para reconocer que todos somos pecadores y necesitamos del perdón de Dios. No es un camino de tortura sino de liberación de todo aquello que oprime la conciencia. Es experiencia del amor misericordioso de Dios que perdona siempre. ¿Hace mucho que no te confesás? ¿No te parece que este Año de la Misericordia te invita de una manera especial para acercarte al sacramento de la Reconciliación? Todos los textos de los Evangelios que vamos leyendo nos iluminan sobre el Amor Misericordioso de Dios. Hoy se cumplen tres años del día en que eligieron Papa al Cardenal Jorge Bergoglio. Desde aquel 13 de marzo hubo un recorrido muy importante en la vida de la Iglesia. Hacia el interior de las comunidades nos ha insistido en la dimensión misionera para ser «Iglesia en salida». La meta de cada día es ir a las periferias geográficas y existenciales, para llevar la Buena Noticia del amor de Dios a los pobres. Nos pone en la exigencia del servicio a los excluidos y descartables de la sociedad. Nos ayuda a poner en primer plano la alegría del Evangelio, y a compartirla con todos los hermanos. Es una enseñanza que impulsa a «tocar la carne sufriente de Cristo en el pueblo», que nos libera de la conciencia aislada y del egoísmo. De cara al mundo su incansable búsqueda de la paz, la justicia, el cuidado de los pobres y la casa común.

 

Para que lo aprendamos de memoria, «ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos». Las ya conocidas tres T: Tierra, Techo y Trabajo. Un pontificado que no pasa desapercibido y nos moviliza para ser coherentes con la predicación de Jesús. Demos gracias a Dios por el regalo del sucesor de Pedro. Recemos por él, que de verdad lo necesita. Hoy realizamos en todas las misas la colecta por las «obras diocesanas» con la cual sostenemos algunos emprendimientos misioneros en la nueva Parroquia San Pedro (Ceibas), varios cursos formativos para agentes pastorales, contribución para realizar algunos eventos diocesanos, ayudar a la participación de reuniones fuera de la diócesis… La evangelización requiere de recursos económicos. Es cierto que gran parte de la tarea se desarrolla gracias a un generoso voluntariado, que muchas veces no dan solamente su tiempo, sino también su dinero. Pero otras actividades requieren gastos que debemos asumir entre todos. Contamos con tu aporte.