“No hay que subestimar demonios”

“No hay que subestimar demonios” El director de la flamante El mayordomo asegura que hacer cine para adultos en Hollywood hoy es casi imposible. Su relación con Oprah.
  “No hay que subestimar demonios”

Lee Daniels (Pennsylvania, 1959) lo dice bien clarito: “Hacer una película para adultos en Hollywood es prácticamente imposible. Es una lucha que solamente alguien que ame el cine puede llevar a cabo. Al menos si no están haciendo películas que creen hablar del mundo con superhéroes anabólicos y producidos en masa”. La película de la que habla Daniels ahora es El mayordomo, basada en un artículo de Wil Haygood que narraba la vida e influencia de Eugene Allen, un mayordomo negro que sirvió a Eisenhower, Nixon, Kennedy y otros presidentes clave en el proceso de la lucha por los derechos civiles.
—Es fácil pensar que mi conexión con un relato así, que muestra esa lucha desde el padre mayordomo y el hijo activista, viene del mero hecho de ser negro. Y hay algo de eso. Pero es subestimar nuestro poder de conexión con un relato. Creo, por ejemplo, que en Latinoamérica será más sencillo vincularse con un film donde el protagonista dice, con razón: “A nosotros –por Estados Unidos– nos impresionan los campos de concentración y teníamos los nuestros propios en los campos de algodón esclavistas”. También es fácil creer que uno es patriotero, pero no lo soy; tampoco odio a mi país, pero está hecho de una serie de complejidades que son más profundas de lo que nos gusta creer.
—¿Un film como “El mayordomo” sólo es posible en un Estados Unidos donde Obama es presidente?
—Me encantaría creer que no. Hay algo que es fácil de percibir en los oponentes más conservadores de Obama: odio. Y cuando en la película se leen las palabras de Danny Strong, eso de que “cualquier hombre de color puede ser asesinado por un blanco y ese blanco puede salir libre de ello” no hay que olvidar los recientes sucesos de Florida, con Trayvon Martin. No hay que subestimar a nuestros demonios. Claro, la película posee esperanza porque yo viví ese mundo y sé que ha mejorado.
—¿Cómo fue trabajar con la estrella más popular de Estados Unidos, Oprah?
—Alucinante. Oprah fue alguien que me conectó con algo que la gente no suele ver del film: las mujeres. Si no fuera gay, amaría poder enamorarme de las mujeres: las mujeres fueron fundamentales, como fundamento y contención, en mi vida. Mucho más que mis pares masculinos. Y creo en eso pude ver no sólo la fortaleza de la mujer negra sino también como esa contención activa resistencias. Oprah, en ese sentido, es una fuerza gigante. Entendió a su personaje, la mujer del mayordomo que no es invitada a la Casa Blanca hasta la presidencia de Kennedy, y no tuvo aires de diva, sólo quería llegar al núcleo de ese personaje. Uno creía que sería alguien imposible y al contrario, es alguien que entiende lo que cuestan algunos relatos o ascensos en Estados Unidos.
—Pero tu tono es deliberadamente exagerado en “El mayordomo”.
—Bueno, creo que eso tiene que ver más con cierta pacatería y tonta idea de elegancia en el cine actual. A veces se confunde ser inteligente, o intelectual, con un tono seco, desprovisto de cierto corazón, más bien autoindulgente. Me fascinan los modos del melodrama, pero recrear manguerazos contra jóvenes protestando me parecía fundamental: no quería computadora, quería el físico de esa experiencia, quería que se sienta.