“Para triunfar tuve que romper moldes”

“Para triunfar tuve que romper moldes” El gran ícono de la música celta pisa nuevamente Buenos Aires. Confiesa que su gran acierto fue darle la espalda a la industria. “Para triunfar tuve que romper moldes”

Loreena McKennitt (1957, Canadá) no sólo ha logrado, desde la edición de The Mummer’s Dance en 1997, generar un centro gravitatorio (con más de 15 millones de discos vendidos) de la música celta. McKennitt es una rara avis dentro del panorama de la música, no tanto por el género desde el cual agota funciones (al show del jueves 24 en Buenos Aires en el Gran Rex, se le agregó una función el viernes 25 ) sino por su excepcional y casi única en su tipo actitud frente a la industria de la música: “Cuando tuve un poco de éxito, a finales de los 80, obviamente las discográficas se me acercaron. Querían ver qué había ahí, querían ver cuál era la razón porque convoca. Pero como todo lo que sale del modelo industrial pop los complica, lo que me ofrecieron no me cerraba por ningún rincón. No veía una forma viable de que yo pudiera permanecer dentro de ese sistema. No veía ganas de hacer foco en mi creatividad, sino en cómo venderme. Entonces fue que decidí cuidarme y me convertí en mi representante, para poder así cuidar lo que estaba haciendo. Y creo que considerando lo que soy y que hasta he logrado crear mi propio sello, Quinlan Road, podría decirse que lo he hecho bastante bien. Aunque muy pocas veces sé lo que estoy haciendo”.

—En ese sentido, supiste cuidar un estilo de música que quizás hoy sería difícil de comercializar.
—Hoy, lo que hago, tiene su público. Y ha resistido un instante donde la industria no sabe cómo reaccionar. Pero eso tiene que ver con una dedicación casi de orfebre que yo le puse, que estableció un vínculo personal con la gente. A diferencia de otros artistas, pude entender que ser dueño de la capacidad económica de poder generar tu propia obra, aunque conlleva mucho sacrificio, te da también una serie de libertades que la industria no puede darte. Siempre dejé que las grandes compañías se ocuparan de lo que era difícil: la distribución. Pero no quería depender de ellos a la hora de crear. Imagínate que sería muy difícil surgir hoy…
—¿Por qué lo decís?
—Porque la música es distinta. Al menos en términos industriales. Yo soy romántica y le tengo un cariño directo a los discos, al disco como producto. Pero más allá de eso, es fácil ver que somos dueños y parte de una modernidad, a nivel tecnológico, que todavía no hemos discutido del todo. Comprendido del todo. El aspecto más básico es el contrapunto que implica internet: más posibilidades, pero también un consumo más rápido del disco. Por eso hoy, creo, los discos son más rápidos, entienden más los métodos de consumos modernos. Ojo, tampoco yo sabía lo que hacía cuando me independicé. Era una actitud reactiva a la industria antes que un plan bien pensado y desarrollado.
—Junto con tu visita, se acaba de editar “The Journey So Far – The Best of Loreena McKennitt” que recorre toda tu carrera. ¿Cómo te ves como artista hoy?
—Bueno, pensar que comencé en Toronto tocando el arpa en público y que mi primera grabación fueron unas pilas de casetes (de los cuales regalé la mitad) y que ahora tengo la suerte de agotar shows en Latinoamérica, es el tipo de idea que te demuestra un recorrido, quieras o no. Creo que soy una persona creativa, tanto como lo era por aquel entonces, y tuve la suerte de que eso me preparara para ciertas agresiones por mi estilo o mi género. He logrado mantener esas ganas de crear y lo hice aún entendiendo a los ponchazos cómo funcionaba un sistema de industria cultural global donde no veía una sola posibilidad para mí y mi música.

 

Recorrido personal

“Hacer mi primera gira latinoamericana era algo que me debía: tengo la posibilidad de conectar con mi público en la red y me di cuenta que tenía que acercarme” dice Loreena McKennitt respecto del show que trae a Buenos Aires y que “involucrará un recorrido por mi obra, y habrá gaitas, laúdes y violoncelos en el escenario.” McKennitt ha devenido desde hace décadas en sinónimo de dos cosas: eclecticismo y música celta. “Creo que esa combinación ha permitido que mi público conecte a un nivel más bien personal con la música. Me han preguntado si el secreto es que mi música es espiritual, y creo soy mucho menos espiritual de lo que podría imaginarse. Entiendo que la música puede llevarnos a esa idea, seguro que sí. O si me hubiera gustado hacer mi música en un lugar y tiempo donde lo celta fuera la moda. Y no. Creo que mi forma de entender la música sólo podía convivir con nuestro mundo.” Pero en ese camino, McKennitt nunca se frenó, de hecho fue creando una capacidad digna de Victorinox de saber respecto de finanzas, giras, estudios de grabación y la lista sigue: “Necesito entender cómo funcionan las cosas. Sea esa cosa un instrumento o sea una estrategia de marketing obsecuente, necesito hacer que las cosas resulten sencillas de leer para mí. Por eso tuve que tomar las riendas de mi carrera, por eso tuve que crear mi propio estudio: quería ser dueña de mis cuentas y de mis canciones”. Y, tímida, frente a la idea de la música argentina sostiene “Sé nombres, los básicos, Atahualpa, Piazzolla, Gardel, pero sinceramente me avergüenza un poco no saber más. ¿Podrías hacerme una lista?”