Responsabilidad y remordimiento

Tiempo de partir nació de diversos relatos históricos acerca de la muerte de Leopoldo Lugones. Los hechos sucedieron en El Tropezón, una hostería en el Delta del Tigre, adonde tomó una habitación y se envenenó con cianuro. Tenía 65 años. Dejó unas líneas en las que no revelaba el motivo de su decisión. Se conjetura que dos razones fundamentales pod

Tiempo de partir nació de diversos relatos históricos acerca de la muerte de Leopoldo Lugones. Los hechos sucedieron en El Tropezón, una hostería en el Delta del Tigre, adonde tomó una habitación y se envenenó con cianuro. Tenía 65 años. Dejó unas líneas en las que no revelaba el motivo de su decisión. Se conjetura que dos razones fundamentales podrían haberla impulsado. La primera, su desolación al ver interrumpida su relación amorosa con una mujer joven con quien había vivido una pasión al margen de su matrimonio. La segunda, su decepción ante las consecuencias de haber impulsado el golpe de Estado de 1930, que redundó en la llamada Década Infame, de gobiernos militares tiránicos y corruptos, elecciones fraudulentas y proscriptivas, represión constante y gran decadencia nacional.
Un personaje oscuro liga ambos hechos; Polo Lugones, el hijo del escritor, era jefe de Orden Político del gobierno militar del 30, torturador y represor; y con amenazas de encerrar a su padre en un manicomio logró la ruptura de la relación amorosa.
Estos hechos reales dispararon la imaginación, en la que Lugones en mi obra, víctima de las mismas circunstancias, se llama Luciano Serantes. Es un escritor e intelectual influyente como él, y encarna una actitud humana que considero valiosa y enaltecedora, la de aquel que, habiendo causado daño por sus acciones, asume ante sí mismo la responsabilidad, padece el remordimiento, busca activamente la reparación y, si no es posible, se impone la expiación, un dolor compensatorio de igual gravedad que el mal causado. En un mundo de culpables que se proclaman inocentes y evaden la Justicia, el arrepentido abatido por la mala conciencia es para mí una figura significativa.
En mi versión de los acontecimientos, el protagonista se reprocha la devastación creada por su extravío ideológico. Al igual que millones de ciudadanos de países civilizados como Italia, Alemania y España, se ha dejado seducir por una filosofía política engañosa que se presenta como un socialismo de masas empeñado en la consolidación de la nación y el resurgimiento de la patria y se ofrece a su sociedad como la solución de todos los males. El movimiento resultó una tiranía violenta y criminal, que trajo el despotismo, el fraude, la corrupción, la crueldad y la decadencia. El escritor no puede perdonárselo, lo vive como una enorme batalla perdida, y por su propia responsabilidad; al igual que sus héroes de la antigüedad, sólo concibe pagar su culpa con la muerte autoinfligida.
Esta tragedia de su vida pública convive con su drama privado: el amor pasional por una muchacha, en las postrimerías de la vida, infringiendo sus convicciones de marido fiel y maestro ejemplar, viviendo las indignidades del engaño, el enfrentamiento violento con un hijo implacable y sin escrúpulos y la pérdida de toda calma y felicidad. La vida se ha vuelto un fracaso desesperado, y Luciano desea escapar.
Animan estos temas la vocación artística, el mandato ético, la actitud reflexiva y valorativa, y la necesidad de integridad y de sentido. La personalidad se ha desarmado, y no puede juntar las piezas. También están presentes la desolación, la ira y el malestar que causa el envejecimiento en un hombre creativo y poderoso. Llegado al límite, le falta el último impulso para dar el paso final; afronta la nueva propuesta amorosa de su amada, la brutalidad cruel de su hijo amenazante y asesino, y él se debate en el fiel de la balanza, que alternativamente se inclina hacia la supervivencia o la autoaniquilación.
Creo que, de un modo u otro, todos los humanos estamos empeñados en esa lucha y enfrentados a esa decisión: la de construir, sobrevivir y avanzar, o la de destruir, abandonarse y caer. También todos debemos enfrentar las consecuencias de nuestros errores, debilidades o inconductas y decidir actitudes responsables o desaprensivas. Hay un espíritu colectivo en cada sociedad particular, que favorece uno de los comportamientos y desecha el otro, y de la elección depende la salud de todo grupo humano.

*Director teatral. Tiempo de partir se presenta en el teatro El Ojo (Perón 2115) los viernes a las 21.30.