Sabella y Mourinho, entre listas y miradas

autorSabella y Mourinho, entre listas y miradas Dos entrenadores, dos personalidades diferentes. Las prioridades grupales del argentino. Sabella y Mourinho, entre listas y miradas

Parado a su izquierda y mirando al suelo, Alejandro Sabella escuchó cómo el vocero de la Asociación del Fútbol Argentino anunciaba a los treinta jugadores que forman parte de la lista preliminar con vistas a la Copa del Mundo de Brasil 2014. La imagen, potente y clara por donde se la mire, demuestra el perfil del conductor de la Selección Nacional: un estilo no dominante pero firme y reflexivo.

El líder es quien moldea, a través de sus posturas, la estructura de un grupo. En un equipo de fútbol, el líder es el entrenador y su objetivo es conformar un verdadero “equipo de trabajo”. A nivel clubes, por continuidad de los futbolistas en la institución, puede tener una menor responsabilidad pero, a nivel de selecciones, su trabajo es fundamental. Con ciclos más largos y competencias más cortas y esporádicas, se depende mucho más de la actualidad del jugador al momento de la elección y se incrementa su responsabilidad a la hora de conformar el grupo.

Nadie duda que ser entrenador de fútbol es una actividad muy compleja y, uno de los requisitos, es estar capacitado para manejar grupos heterogéneos. En un equipo conviven futbolistas amateurs y estrellas descollantes, pobres y millonarios, iletrados y universitarios, de orígenes rurales o de orígenes urbanos, de la “high society” o de barrios carenciados, y aunque no lo parezca, todos son pares. La labor del entrenador es encontrar la mejor manera de conducirlos al éxito, brindándole a cada uno de acuerdo a sus inquietudes y necesidades. Para lograrlo hay distintos estilos y el de Sabella es claro.

Las decisiones de Sabella marcan que ha priorizado el sentimiento de pertenecer a un equipo por sobre el nivel individual.

“Cada maestrito con su librito” dice el refrán y en el fútbol es de aplicación diaria. Un líder al estilo Mourinho, moldea su grupo bajo el lema “Divide para reinar”. El es el rey y los jugadores compiten entre ellos para conseguir su consideración. Esta postura puede llevarlo al éxito pero no necesariamente a conformar un grupo. Estimado lector, ¿imagina usted a Mourinho, parado al lado del vocero del club, con la mirada baja, mientras se anuncian sus decisiones?. Yo no lo imagino, supongo que usted tampoco.

La fastuosa fiesta, en el estudio de la televisión pública, acaparó la atención pese a que ya no deparaba sorpresas. A Sabella se lo notaba incómodo, con un protagonismo no buscado y en un evento de “estilo maradoniano” que poco tenía que ver con lo ha sido su forma de conducir y comunicar la información.

La lista anunciada estuvo acorde a lo que se preveía y deja claramente identificados los puntos de corte para la selección definitiva. La afinidad pincharrata en la nómina es un registro que se observó desde el comienzo del ciclo y en muchos casos, es probable que para estos futbolistas, la consideración dentro de los 30 sea más premio, que el supuesto castigo de quedar fuera de los 23 finales. A la “gestión Sabella” hay que reconocerle que ha sido muy rica en mensajes gestuales: sin decisiones polémicas ni convocatorias inesperadas, todos los jugadores conocían su nivel de consideración y sus perspectivas futuras.

La diferencia entre un grupo de futbolistas y un equipo de fútbol es notable pero no hay un determinante excluyente al momento de analizar la historia: hubo ciclos exitosos conformados por jugadores que estaban peleados y equipos paupérrimos en resultados conformados por amigos. Las decisiones de Sabella marcan que ha priorizado el sentimiento de pertenecer a un equipo por sobre el nivel individual. Nada hay para criticarle en relación a su forma de conducción, el tiempo juzgará sus decisiones.