Sociedad

LITURGIA
Hoy, jueves de la décima séptima semana durante el año, se lee el libro del Exodo (25,8-9;40,16-21.34-38) donde se narra cuando Moisés construye el tabernáculo en el que guardó las tablas de la Ley; y el evangelio de San Mateo (13,47-53) en el pasaje donde Jesús compara el Reino de los cielos con una red que recoge toda clase de peces, pero luego se separan los buenos y se tiran al mar los malos.

SANTORAL
San Alfonso María de Ligorio, obispo y doctor Nació en Marinella, Nápoles, en 1696. Brillante abogado, un día decidió renunciar y comenzó una vida dedicada a Dios. Tras ser ordenado sacerdote, fundó la Congregación del Santísimo Redentor (Padres Redentoristas). Escribió profundos libros de moral, que son la base de la teología moderna en esta materia. Sus «Glorias de María» y sus «Visitas al Santísimo Sacramento» son libros que tuvieron gran difusión. Tras ocupar la sede episcopal de Santa Águeda, se retiró a la casa de su Congregación, en Nocera, Salerno, donde a la edad de 90 años murió en 1787. Gregorio XVI lo proclamó santo en 1839 y Pío IX en 1871 lo declaró doctor de la Iglesia. Es el patrono de los abogados.

Los santos Macabeos, mártires Eran siete judíos, hijos de Matatías, primer jefe de los judíos en la rebelión contra Antíoco IV Epífanes, rey de Siria, porque quería imponerles la religión griega. Todos fueron martirizados delante de su madre, la que después de ofrendar la vida de sus hijos, sacrificó la suya propia antes de quebrantar la ley de Dios. Los Macabeos y el escriba Eleazar son los únicos mártires del Antiguo Testamento a quienes se conmemora en la Iglesia Universal y también los únicos que figuran en el calendario general de la Iglesia de Occidente.

San Eleazar, mártir Junto con el martirio de los Macabeos, la Iglesia conmemora hoy a Eleazar, uno de los principales escribas o maestros de la Ley del pueblo judío, de edad avanzada, quien al igual que los Macabeos prefirió la muerte antes que transgredir la ley de Dios. «El Señor sabe -dijo Eleazar antes de morir bajo los golpes que pudiendo librarme de la muerte, soporto crueles dolores en mi cuerpo azotado; pero mi alma los padece gustosamente por temor a Dios».