Sociedad 12/10/14

DIOS ES VIDA

 

Domingo 28º del año

«Muchos son llamados, pocos los elegidos » (Mt. 22,1-14)

La Parábola de los invitados a las bodas, que nos presenta el Evangelio de hoy, es una fotografía de la realidad del comportamiento del hombre ante la «invitación» de Dios, tanto en tiempos de Jesús como en la actualidad. Es evidente la alusión al Pueblo de Israel, que fue el primer invitado a las bodas del Hijo de Dios: en efecto, Jesús al hacerse hombre, se unió a la humanidad como en «Bodas», en el seno de su propio pueblo elegido. Eran sus «íntimos», los invitados a las bodas. Pero cuando llegó el Hijo, ellos estaban cada uno en sus ocupaciones, en sus negocios, en sus intereses, e incluso sus príncipes lo ejecutaron. Por eso Dios acabó con ese pueblo, e invitó a todos los otros pueblos, a toda la humanidad, a participar de esas bodas, a compartir la intimidad del mismo Dios.

 

Pero la parábola no fue solamente para el pueblo de Israel, sino también sigue vigente para todos nosotros. Dios nos sigue invitando a todos y cada uno de nosotros, a participar de la riqueza de la Vida Divina, que llega a nosotros por medio de su Hijo, Jesucristo. Y como ellos, también nosotros podemos caer en la indiferencia frente al llamado, dando más importancia a nuestras «cosas» e intereses, e incluso a nuestra comodidad, y despreciamos la invitación de Dios mismo a participar de su propia Vida: cada vez que cometemos el pecado, damos más importancia a cualquier cosa, antes que a Dios; rechazamos su invitación, y nos perdemos el banquete. Esto es aplicable también a la Santa Misa, la Eucaristía, en la que Dios nos invita al «banquete de bodas de su Hijo», y cuántos no van…

 

Dios no merece un pequeño esfuerzo para ellos, prefieren su propia comodidad, que disfrazan con mil excusas, como los invitados de la parábola. Si tomáramos conciencia de la inmensa dignidad que es para nosotros ser invitados por el mismo Dios, qué decidida sería nuestra respuesta, aceptando con alegría la invitación y aprovechando cada ocasión de encuentro con El. Dios nos invita, no nos obliga, pero sigue siendo nuestra la responsabilidad de la propia respuesta. Muchos son llamados, pocos los elegidos… son pocos los que aceptan plenamente la invitación de Dios… El Señor nos ayude a estar entre los pocos, elegidos, y no en el gran montón de los invitados indiferentes. Deseando a todos la sensatez de la aceptación, con afecto Parroquia Santa Teresita